Cuando llevamos tantos días escribiendo sobre países con democracias débiles o pseudodemocracias ―como algunas veces las he llamado―, aparece inesperadamente sobre el panorama político argentino el nombre de un personaje que, contra todo pronóstico, resultó ganador de las primarias realizadas el pasado domingo 13 de agosto y que bien podría convertirse en el posible sucesor del actual mandatario Alberto Fernández.
Hasta allí todo luce normal, dado que en todo sistema político donde opere la democracia, como en el caso de Argentina, es de esperarse que después de unas elecciones, surja alguien que gobierne durante el periodo constitucional, con acuerdo a las normas de buen gobierno que deben imperar en un sano Estado de Derecho.
El nombre de Javier Milei, candidato de la agrupación política que tiene el sugestivo nombre de “La Libertad Avanza” fue el ganador neto de esas primarias y su triunfo tiene virtualmente con los pelos de punta al estamento político, no solo de Argentina, sino de todo el continente.
Milei es definido por algunos como un candidato de la extrema derecha, pero, en realidad, su perfil encaja más con el de un Libertaria no, seguidor de las doctrinas políticas de Robert Nozick, influyente académico de Harvard del siglo XX y cuyo libro Anarquía, Estado y Utopía, se ha convertido en la biblia para sus seguidores, cercanos al Anarcocapitalismo.
Y no es una exageración acomodar a Milei del lado de los Libertarianos, cuando analizamos el programa de gobierno que promete cumplir, caso de ser elegido presidente de Argentina. Primero: Dolarización de la economía, imitando el modelo de otros países de la región como Ecuador. “Los ecuatorianos están muchísimo mejor que los argentinos”, ha dicho. Segundo, el cierre del Banco Central: ha sostenido en varias entrevistas que la creación de esta entidad -ocurrida en 1935- fue el inicio de todos los problemas del país. Tercero: drástica reducción en el gasto público, es decir, la reducción de los ministerios a solo ocho (actualmente hay 18 ministerios).
Pero más allá de sus radicales propuestas económicas, en el ámbito social es donde sus ideas han causado mayor revuelo. En varias ocasiones, especialmente durante la campaña, Milei sostuvo que estaba a favor de que los argentinos pudieran comprar armas libremente, a raíz del incremento de los casos de inseguridad que se registran en algunas zonas del país. También se ha mostrado partidario de legalizar el mercado de venta de órganos humanos, una actividad prohibida por la ley argentina.
No bien conocidos los resultados de su triunfo, los mercados financieros argentinos reaccionaron y el peso argentino se derrumbó creando zozobra entre los ya acorralados económicamente argentinos debido a su alta inflación (más del 115%).
Milei carece de experiencia política y de una estructura partidaria consolidada que lo respalde, algo que se supone crucial para asegurar su elección presidencial. Viene de haber sido elegido diputado nacional apenas hace dos años y a pesar de eso (o justamente por eso), resultó el gran ganador de estas elecciones.
Su votación fue asombrosa, pero aún está lejos de lo que necesitaría para ganar en primera vuelta (en Argentina se requiere obtener más del 45 % de los votos o el 40 % y una diferencia de 10 % sobre el segundo). Esto dependerá, por supuesto, de lo que hagan los otros dos candidatos con chances, Patricia Bullrich, cuyo discurso es parecido al del propio Milei y Sergio Massa, muy cercano al vetusto peronismo y por ende a Cristina Kirchner, la mayor baronesa electoral de la argentina. Por donde se le mire, el panorama es oscuro para la Argentina.
Pero volviendo a Milei, creo que más allá de la preocupación por sus ideas económicas y políticas, la mayor debiera ser su creencia de que su perro Conan, (fallecido en 2016), no era en realidad su perro, sino literalmente su hijo. Por eso se negó a aceptar su muerte y lo hizo clonar, afirmando en infinidad de entrevistas que, a través de una médium, puede comunicarse con él pero además con otros personajes muertos, como Murray Rothbard, fundador del anarcocapitalismo, y también con Dios, quien fue el que le dijo que se metiera en política porque en 2023 sería presidente.
De tal modo, creo que deberíamos estar todos muy atentos a las elecciones en Argentina, no sea que después llegue su presidente a darnos órdenes a todos, en nombre de Conan y del mismísimo Dios.
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Gabriel Taborda eminen51@yahoo.com