
En los círculos cercanos al gobierno se ha venido repitiendo, cada vez con más frecuencia, la expresión Cociente Intelectual (CI) para referirse a personas del entorno presidencial, muy especialmente al Asesor Especial ―¿es ése el nombre de su cargo?― Elon Musk.
En marzo pasado, cuando el presidente dio una bien preparada rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca para promover la venta de automóviles Tesla, propiedad del Asesor Especial, aseguró que la razón del éxito del empresario estaba relacionada directamente con su inteligencia. “Tenemos que cuidar de nuestra gente con alto Cociente Intelectual”, dijo, “porque no tenemos demasiados”.
El Cociente Intelectual es un estimador de las competencias generales de los individuos que les permite resolver problemas, razonar, planificar, pensar de modo abstracto, comprender ideas complejas y aprender de la experiencia.
El término, que en mi niñez era considerado odioso por la variante despectiva que algunos “narcisos de escuela” ―autoproclamados sin razón como los más listos―, comenzaron a darle para señalar a quienes no alcanzábamos más que una “media proporcional” en las calificaciones escolares, no está relacionado directamente con el éxito en los negocios. Al menos eso es lo que dicen los entendidos en la materia.
Sin embargo, con el tiempo obtuvo bastante popularidad entre los cazatalentos como prueba obligatoria para acceder a puestos de trabajo, antes de ser descartado definitivamente por sus discutibles resultados. Ahora, el término emerge nuevamente desde el célebre Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, con casi las mismas repercusiones odiosas.
La aristocracia (de aristos excelencia y kratos poder) era una forma de gobierno en la que el poder era ejercido por los mejores o los más aptos. Platón y Aristóteles definieron la aristocracia como un sistema ideal, en el que una élite que sobresale por su sabiduría, su virtud y su experiencia, era la llamada a regir los destinos de la ciudad. Obviamente, nunca mencionaron ni a los más ricos ni a los más poderosos.
Con el tiempo, el término Aristocracia degeneró y fue usado por las monarquías con poder político y económico para gobernar a sus súbditos, título que sera luego transferido, por derecho hereditario, a toda su progenie, los que pasaban a ser catalogados automáticamente como Nobles. Por su origen y constitución, me parece más apropiado llamar Plutocracia a esa forma de gobierno, ya que se representa como una democracia burguesa donde solo los más poderosos mandan, lo que causa un sistema desigual que facilita la explotación económica.
Durante más de un siglo, los psicólogos han debatido hasta qué punto un test de CI es capaz de medir el intelecto de una persona. Los estadounidenses llevamos mucho tiempo obsesionados con el CI y sus resultados, los que raramente aparecen en niveles altos en la política norteamericana.
El gobierno ha pasado gran parte de su mandato clasificando a los seres humanos en “individuos de bajo CI” (Kamala Harris, el diputado Al Green) e “individuos de alto CI” (los impulsores de las criptomonedas, Elon Musk y su hijo de 4 años). Pero la fascinación por el CI es más amplia. Robert F. Kennedy Jr. se ha opuesto a la fluoración del agua del grifo, alegando que provoca una disminución del cociente intelectual. El Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk busca aspirantes “con un CI superalto”. El vicepresidente JD Vance ha insultado al ex diplomático británico Rory Stewart en X, escribiendo que “tiene un CI de 110 y cree que tiene uno de 130”.
Cuando especulamos sobre el CI de Musk, ¿de qué estamos hablando realmente? No de su puntuación en un test de inteligencia. Si alguna vez se ha sometido a un test de este tipo, sus resultados no se han hecho públicos. Su “Cociente Intelectual” se extrapola a partir de su éxito, su riqueza, su biografía y su presentación personal. Asignarle una cifra elevada sirve para explicar su vertiginoso ascenso en la industria tecnológica y, ahora, en el gobierno. Ese razonamiento da vueltas y vueltas. Tiene dinero y poder, por lo que debe ser inteligente; tiene mucho dinero y poder, por lo que debe ser muy inteligente.
No estoy en desacuerdo en ser gobernado por los más inteligentes, ¡más faltaba! Lo que causa cierto malestar es ser gobernado por Plutócratas, personas que, teniendo mucho dinero, eliminen empleos, recorten horas de trabajo, nieguen coberturas médicas y cancelen planes que ayudan a los más necesitados. Creo que les vendría bien un CI antes de ser elegidos.
Coletilla: ¡Oh padre Zeus! ¡De cuántos males librarías a los hombres si tan sólo les hicieras ver a qué demonio obedecen!