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Como lo anticipáramos en nuestro artículo de enero pasado, este año medio mundo asistirá a las urnas y no es una exageración. Ya muchos países han realizado sus citas electorales, algunos con resultados poco sorpresivos como el caso de Rusia que reeligió, por un periodo más ― ¿el sexto?―, a Vladimir Putin.
En lo que resta de año tendremos otras, las más esperadas, por supuesto, las de EEUU y Mexico, pero de eso nos ocuparemos en otro momento y por ahora, enfoquémonos en las de Venezuela.
Viéndolo desde una óptica estrictamente práctica, qué sentido tiene, en este momento, realizar elecciones presidenciales en Venezuela cuando un tercio de su población se encuentra en el exilio y el resto desperdigado por los vericuetos de la desinformación, la inseguridad, el desempleo y la escasez de alimentos y medicinas o, por el contrario, con una fracción importante de esa población, coaligada con el actual régimen, comprada con pequeños trozos de comida o por un empleo donde nada hacen, aparte firmar diariamente la hoja de asistencia para recibir, de vez en cuando, un exiguo cheque que les servirá para cubrir, por unos pocos días, sus necesidades familiares.
No creo que convocar elecciones presidenciales en Venezuela, en este momento, sea un buen comienzo para solucionar la aguda crisis ―en todos los sentidos― por la que atraviesa este malogrado país. Tampoco estoy diciendo que no haya necesidad de hacer cambios urgentes y radicales.
El mal momento por el que atraviesa Venezuela tiene sus raíces profundas y variadas… Sigue leyendo