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Nada tan precario como el poder presidencial en Perú. Aunque, viéndolo bien, sí hay algo más precario en este país y es la lealtad política.
La actual presidenta del Perú, Dina Boluarte, quien fuera fórmula presidencial de Pedro Castillo, preso desde diciembre de 2022, se tambalea en el poder, presagiando un fin parecido al del destituido expresidente. Castillo permanece en prisión, víctima de una conjura racista por parte del Congreso y las élites económicas de ese país que, después de obstaculizar su gestión presidencial con bloqueos parlamentarios a todas sus iniciativas, consiguieron que diera un fatal paso en falso, al tratar de cerrar el Congreso, lo que le valió su destitución y encarcelamiento.
Ahora su sucesora y cómplice de esa oposición recalcitrante con la que consiguió llegar al poder, es acusada por sus propios protectores de actos que muy seguramente la llevarán a enfrentar un juicio ante el Congreso. Como diría Francisco “Pancho” Villa, celebre revolucionario mexicano, “ya ni en la palabra de los bandidos se puede creer”.
Nombrada, ascendida y mantenida en el poder por una horda de congresistas venales que sólo responden a los intereses de las elites económicas y políticas de ese país, Dina Boluarte ha caído en desgracia por algo tan banal e insignificante como es su debilidad por el lujo innecesario y ramplón, muestra innegable de su inesperado ascenso político y social, posibilitado por su deslealtad y facilitado por otros de su misma calaña.
Si antes, como vicepresidenta del hoy encarcelado Pedro Castillo se hacía… Sigue leyendo