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Washington, 24 dic (Prensa Latina) El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, parece tener hoy entre ceja y ceja el símbolo de la expansión territorial y sus deseos de apoderarse del Canal de Panamá y Groenlandia lindan con el absurdo.
Bastante revuelo armó desde que el fin de semana en su plataforma Truth Social escribió que, durante su próximo mandato podría exigir que el Canal de Panamá regrese a manos de Estados Unidos (que lo controló hasta el 31 de diciembre de 1999).
Ignorando por completo la soberanía de la nación istmeña sobre esa vía interoceánica, el exgobernante amenazó con que el “Canal de Panamá nos sea devuelto, por completo y sin ninguna pregunta”.
La idea la remarcó el domingo durante un evento de jóvenes conservadores celebrado en Arizona, pero las cosas no paran ahí porque también Trump sugirió la semana pasada que podrían absorber a su vecino Canadá y sencillamente convertir a ese país en el estado número 51 de la Unión Americana.
Igualmente, resurgió su deseo de apoderarse de Groenlandia, un territorio danés autónomo entre los océanos Atlántico Norte y Ártico.
Según dijo Trump, tener la propiedad de Groenlandia es una “absoluta necesidad” para “propósitos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo”, mientras el Canal de Panamá es “vital” para la economía nacional.
Durante su campaña electoral el republicano no habló del canal, de manera que su equipo se pregunta por qué razón surgió ese repentino interés.
“Bienvenidos al Canal de Estados Unidos”, publicó Trump… Sigue leyendo
Aviñón, la hermosa ciudad francesa incrustada en los Alpes de Provenza-Costa Azul ―en la margen izquierda del río Ródano―, tiene la extraordinaria facultad de producir grandes hechos históricos. Está situada a 650 km de París y 80 de Marsella y su arquitectura desde lejos, cuando se llega en auto, es muy parecida a la de Florencia.
Siempre pensé que lo más notable que ofrecía esta ciudad era haber servido como Santa Sede y residencia papal desde 1309 hasta 1377 en lo que se conocería históricamente como El Papado de Aviñón, pero hoy veremos con sorpresa que no es así. Es en Aviñón donde se celebró el juicio que terminó con la vida de Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple y los demás caballeros templarios, acusados de sacrilegio contra la Santa Cruz, simonía, herejía e idolatría. El juicio fue ordenado por el Rey Felipe IV, El Hermoso y ejecutado por el Papa Clemente V.
Siempre pensé ―decía― que nada igualaría a este hecho portentoso. Hasta esta semana en la que, casualmente, terminó un juicio que involucró 51 hombres de edades variadas y una mujer de 72 años, Gisèle Pelicot, ama de casa y abuela; entre los 51 condenados se encuentra Dominique Pelicot, esposo de Giselle.
Ninguno de ellos posee algún título nobiliario; ninguno tiene apellidos notables ni es adinerado y todos, incluida la mujer, son personas ordinarias, comunes y corrientes, aunque el juicio como veremos, será recordado ―como el de los Templarios― como un caso emblemático de… Sigue leyendo