Politica
No es mucho lo que hoy se sabe ―lunes 16 de septiembre, 20 horas después de ocurrido―, sobre el nuevo intento de asesinato a Donald Trump. Y muy probablemente cuando usted, amable lector, lea este artículo, tampoco se sabrá más de lo que hasta ahora se sabe, como ha venido ocurriendo con el anterior intento de magnicidio ocurrido hace escasamente 63 días. Claro, ahora es diferente.
Y es diferente porque el presunto magnicida, Ryan Wesley Routh, un desadaptado de 58 años, trabajador de la construcción y originario de Hawái, fue capturado vivo y en uso de sus capacidades físicas y mentales. Thomas Matthew Crooks, el joven de 20 años que le había disparado a Trump en Butler, Pensilvania el pasado 13 de julio, no corrió con la misma suerte. Hoy hace parte de la lista de testigos o perpetradores de magnicidios asesinados convenientemente para silenciarlos definitivamente y de esa manera romper el hilo conductor con quién (o quiénes) les dieron la orden de disparar. Y claro, de esa forma todo queda en hipótesis.
Esta vez es diferente, decía, porque el sospechoso está vivo ―hasta este momento, no sea que mañana aparezca “auto-ahorcado” en su celda y de esa manera se lleve sus secretos hasta el más allá― y en disposición de contar, por lo menos su versión de lo ocurrido.
Que bien podría ser, no lo tomen en broma, que lo que ocurrió fue que él estaba jugando a los vaqueros con un vecino de enfrente… Sigue leyendo
Washington, 17 sep (Prensa Latina) El aparente nuevo intento de asesinato contra el candidato republicano Donald Trump toma hoy protagonismo en el escenario político nacional, pero especialmente recuerda la naturaleza violenta de la sociedad estadounidense.
A unos 50 días de las elecciones en el país, el incidente con armas de fuego aviva el tema en la opinión pública.
Ryan Wesley Routh, de 58 años, sospechoso del frustrado plan para matar a Trump el domingo mientras jugaba golf en su club en Florida, y un joven de 20, Thomas Matthew Crooks, autor del ataque al exmandatario el 13 de julio en Butler, Pensilvania, portaban armas de fuego a las que pudieron acceder con facilidad.
Es una sociedad enferma. El pasado 25 de junio el cirujano general de Estados Unidos, doctor Vivek Murthy, admitió en un anuncio histórico que la violencia con armas de fuego constituye una crisis de salud pública, que no sólo tiene un costo físico grave, sino también mental.
Pero la Asociación Nacional del Rifle (NRA por su sigla en inglés), una organización que defiende el derecho aquí a portar armas, se opuso a esta declaración.
Se trata de “una extensión de la guerra de la Administración (de Joe) Biden contra los propietarios de armas que respetan la ley”, dijo Randy Kozuch, director ejecutivo del Instituto de Acción Legislativa del grupo, su brazo de cabildeo.
Se calcula que hay unos 120 de esos artefactos letales por cada 100 ciudadanos, de acuerdo con la organización suiza Small Arms Survey.
Ninguna… Sigue leyendo