En Colombia, la fiscalía general de la Nación es una reciente institución judicial, nacida con la promulgación de la Constitución Política de 1991 y cuya función es investigar y acusar a los presuntos responsables de haber cometido algún delito. Primero investigar y luego acusar.
El caso que hoy enfrenta a Francisco Barbosa y a Gustavo Petro tiene todos los ribetes de una pelea entre dos fanáticos del football por el mejor asiento en la gradería. Con la condición de que uno de ellos es el dueño del estadio. Veamos quiénes son los protagonistas.
Gustavo Petro, lógicamente, no necesita presentación: los lectores de esta columna ―si es que acaso los tengo―, sabrán que es el actual presidente de Colombia, ex de varias actividades públicas tales como exconcejal, excongresista, exalcalde de la capital de la república, Bogotá, y exguerrillero. Es el actual presidente de la República, en funciones desde el 7 de agosto de 2022.
Francisco Barbosa es el fiscal general de la Nación. Antes, durante la presidencia de su amigo y compañero de pupitre en el colegio, Iván Duque, se había desempeñado como consejero presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales, puesto para el que no ostentaba ningunas credenciales, pero que, por la obstinación de su antiguo compañero de pupitre, fue nombrado mientras hacía todo lo posible para llevarlo a la Fiscalía, lo que logró el 13 de febrero de 2020.
Con su nombramiento Iván Duque se aseguró lo que muchos medios nacionales e internacionales llamaron un “Fiscal de Bolsillo”. Barbosa llegó a ese importante puesto como un servil lacayo, el perfecto “Yes Man” para todo lo que deseara su afortunado ex condiscípulo. Recordemos que Duque también llegó a la presidencia por el “dedazo” del expresidente Uribe a quien llegó a llamar, en el colmo de la zalamería, “Mi presidente Eterno”.
Ya en la fiscalía general, Barbosa se enfiló contra todo el que oliera a “antigobiernista” o se manifestara como opositor de su “bien amado bienhechor”. Primero era acusado, después investigado y luego destituido. Muchos fueron despedidos, otros trasladados y otros ―muchos más―, sorprendentemente ascendidos. Durante toda la administración Duque, ese fue el modus operandi.
Hoy, cuando otro es el inquilino de la Casa de Gobierno, su papel ha cambiado sustancialmente. De fiel y sumiso “guardián de la ley” ha pasado a ser lo que la prensa nacional ha dado en llamar “El Jefe de la Oposición”, algo inconcebible para un fiscal general que se debe enteramente a su papel de “Fiel de la Balanza” en cualquier democracia seria del mundo.
Francisco Barbosa se ha involucrado rabiosamente en el debate político colombiano, lo que le ha valido el aplauso unánime, tanto de los grandes medios de comunicación pertenecientes a los conglomerados económicos del país, como el de la extrema derecha colombiana, vientre que lo engendró y parió políticamente.
En su desenfrenada arremetida retórica contra la presidencia de la república, ha llamado “twittero de la oposición” a quien ostenta el cargo de primer magistrado de la Nación, algo tan exótico como inusual en cualquier democracia respetable.
Lo que se ha producido en Colombia es un verdadero “Choque de Trenes”, que como en todos los siniestros de este tipo, son las hienas quienes de primero llegan a darse un festín. Así ocurre con este grotesco episodio que enfrenta al fiscal Barbosa contra el presidente Petro. La “Gran Prensa” registra con lujo de detalles cualquier mala salida de algún miembro del gabinete presidencial ―como es su deber― e inmediatamente la fiscalía sale a acusar, tanto al presidente, como a su círculo más cercano, como ocurrió recientemente con la ahora ex jefe de gabinete y exsecretaria Privada, Laura Saravia.
El episodio, que comenzó como un simple robo de dinero en el apartamento de ésta última, en febrero del presente año, ha creado una avalancha de sucesos que ya cuenta en su haber la destitución del embajador de Colombia en Venezuela, el impresentable Armando Benedetti, la de la propia Sarabia, como jefe de Gabinete y más recientemente, el suicidio del coronel de la policía, Óscar Dávila, jefe de la Oficina de Seguridad Presidencial, supuestamente acosado por la fiscalía después de haberle enviado una carta al propio fiscal Barbosa.
En su frenesí de acusaciones, desmentidos, filtraciones y ruedas de prensa para acusar sin investigar, Barbosa le ha hecho un daño irreparable a la institución de la fiscalía y otro peor a la democracia colombiana. Pero un daño peor estaría por ocurrir cuando, para demostrar la temeridad de sus acusaciones, Barbosa tenga que recurrir a nuevas mentiras y acusaciones infundadas. Todo se puede esperar de un sujeto servil…
Coletilla: Nadie es un fracasado si tiene buenos amigos
Gabriel Taborda R eminen51@yahoo.com