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Las elecciones de medio mandato de Estados Unidos (mid-term elections) son las elecciones generales que se efectúan el martes siguiente al primer lunes de noviembre cada dos años, en el punto medio de la legislatura de cuatro años de un presidente. En esos comicios se eligen los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 33 o 34 de los 100 del Senado.

En algunos países de Latinoamérica y particularmente en Colombia también se realizan este tipo de elecciones de “medio tiempo”, específicamente para elegir, entre otros, a alcaldes, gobernadores, diputados y concejales de las diferentes regiones.

El pasado domingo 29 de octubre se realizaron en Colombia y no sería noticia destacable ―como para tratar en esta columna―, si no fuera porque en ellas quedó evidenciado el abominable deterioro hasta el que ha llegado ese sistema electoral que hoy continuamos llamando democracia (así, en minúsculas), no solo en Colombia sino en el mundo occidental. El fenómeno, por cierto, no es privativo de Colombia o el subcontinente americano ―Latinoamérica, como también suele ser llamado―, ya que los malos ejemplos siempre provienen de los hermanos mayores.

El mundo occidental sigue ufanándose de “vivir en Democracia”, como si aquello siguiera siendo una virtud escasa y deseable y hasta hay ejemplos de “hermanos mayores” que han cometido atrocidades con el pretexto de llevarla a otros que, ni la querían ni la necesitaban. Obviamente, los resultados no podrían ser peores.

En Colombia, particularmente, la Democracia es una perversa empresa mercantil en el que los grandes consorcios electorales tienen invertidas fabulosas fortunas, las que cada dos años triplican o cuadruplican, ante la mirada complaciente de la comunidad internacional, también ocupada de sus propios negocios electorales ―léase bien, Europa y Norteamérica―.

La Unión Europea ―la “hermana mayor” ―, por tomar un ejemplo, se apresta a efectuar cambios en sus diferentes gabinetes y es para sentir asco y repulsa, ver la forma como los representantes de esa unión se reparten entre sí (y entre sus amigos), los puestos de mayor relevancia de esa organización. Les recuerdo que esa Unión es el centro de las instituciones más importantes de Europa, como son la Comisión Europea, El Consejo Europeo o el Parlamento de los Estados de Europa que, constituida en 1993, reúne hoy a 32 países europeos bajo un solo proyecto político. Ya podrán imaginarse la cantidad de intereses burocráticos y mercantiles que se deben mover en ese “Centro de la Democracia Europea”.

Pero volviendo al proceso electoral (“democrático”) del pasado domingo en Colombia y observando sus resultados, podemos constatar el profundo grado de envilecimiento al que ha llegado ese “país político”, mansamente conducido por los barones ―y baronesas― electorales que representan la nueva clase política, “la clase emergente”, como una vez la describió un presidente de ingrata recordación y que ha hecho de las arcas del Estado ―el dinero de los contribuyentes―, su tesoro de pirata.

En cada una de las regiones fue elegida la más variopinta fauna política local, desde acusados de defraudación sin condenas pendientes hasta sospechosos de compartir mesa con temibles bandas de sicarios del narcotráfico; desde cantantes de rancheras en los autobuses urbanos hasta el hijo de un notable político asesinado por la mafia en el siglo pasado, que exhibiendo los atributos de su padre como propios, compitió en tres ocasiones hasta que logró obtener la alcaldía de la capital del país, obviamente la más importante. Su hermano es Senador de la Republica desde hace 12 años y junto a su madre, constituyen una sólida empresa electoral que se perfila para conseguir la presidencia de la república en un futuro no muy lejano.

Esa cosa que llamamos Democracia y de la que tanto se ufanan los vendedores de baratijas electorales no ha terminado siendo más que un orangután vestido de sacoleva, un sistema político que es necesario cambiar por otro que realmente represente la voluntad de los pueblos del siglo XXI, el siglo de la física cuántica y de los superordenadores; de los viajes a Marte y de las exploraciones allende el sistema solar.

Si de repente quedan dudas sobre lo que estoy proponiendo, tan solo demos una mirada a las próximas elecciones presidenciales de los EE. UU., el último imperio que sobrevive en la tierra y la más grande democracia del mundo. Quizás entonces se darán cuenta de lo que estoy diciendo.

Coletilla: Democracia Representativa: Usted tiene dos vacas. Sus vecinos eligen a una persona que decide quien se quedará con la leche.

Gabriel Taborda                                                                                                                                                                                    eminen51@yahoo.com

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