Para quienes hemos sido llamados eufemísticamente ―iba a decir, piadosamente―, Baby Boomers por haber nacido entre 1946 y 1964, después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, existen temas a los cuales nos cuesta trabajo acercarnos ya sea a causa de nuestras ideas retrógradas, por distancia generacional o sencillamente debido la dificultad para aceptar que vivimos en tiempos nuevos.
A la par de lo desafíos que nos imponen diariamente los adelantos tecnológicos sin los cuales hoy sería prácticamente imposible realizar tareas otrora tan sencillas como conducir, ir de compras o simplemente ver la televisión, las conductas sociales han adoptado también patrones novedosos, por decirlo de alguna forma.
La llamada Agenda de Género, nombre bajo el cual se han introducido en nuestras instituciones las discusiones sobre igualdad y no discriminación, por razones de sexo, ha traído de la cola un tema mucho más arisco y bastante más complejo como es el de los derechos de la población LGTBIQ+.
Como Baby boomer, mi percepción era que los géneros eran tan solo dos, el masculino y el femenino, aunque aceptaba ―y sigo aceptando, con el debido respeto, por supuesto― algunas “variantes” que siempre vivieron en la sombra (¿el clóset?), en el convencimiento de que cada cual es dueño de su vida y de su cuerpo y puede hacer con ambos lo que considere más conveniente. Usted puede suicidarse prendiéndose fuego, siempre y cuando no lo haga en la sala de mi casa o en una estación de servicio, cuando alguien esté llenando el tanque de gasolina de su auto. Es “su vida”, usted decide qué hacer con ella.
Lo que me cuesta trabajo entender, considerándolo un desafío a mi imaginación, es que los “nuevos” géneros (no estoy seguro si sea apropiado calificarlos como “nuevos” aunque, de todos modos, lo hago con el mayor respeto), que son múltiples y variados, reclamen unos derechos que ni la sociedad ni el Estado están en condiciones de garantizárselos debidamente, en razón de la diversidad que ellos mismos representan.
LGTBIQ+ que en castellano significa lesbiana, gays, transgénero femenina, transgénero masculino, bisexual, transexual, intersexual, queer y el resto de las identidades y orientaciones incluidas en el +, reclaman (¿exigen?) sus propios derechos y lo hacen bajo el amparo que les otorgan ciertas las leyes escritas en nuestra constitución. Con todo, me cuesta trabajo imaginar la cantidad de decretos, artículos, estatutos, códigos, incisos, parágrafos, órdenes, disposiciones, jurisdicciones, etc., que tendrán que crearse para salvaguardar en los tribunales los derechos individuales de cada uno de esos “nuevos géneros”. ¿Dónde comienza y dónde termina el derecho de una queer frente a un gay? ¿Dónde el de un bisexual frente a una lesbiana? ¿Dónde el de un simple heterosexual frente una transgénero femenina?
El asunto es de tanta importancia y las discusiones académicas tan escasas, que cuesta trabajo aceptar la lentitud de los gobiernos para asumirlo, lo que da lugar a la desinformación y de paso a las expresiones de violencia como las que cada vez suceden más a menudo por esta causa. Recientemente, se hizo viral en redes sociales una información que aseguraba que en todos los colegios de los Estados Unidos están impartiendo cursos sobre transexualidad y género fluido a niños desde los 5 años. La información, por supuesto, resultó falsa.
No obstante, de acuerdo con la Red de Educación de Gays Lesbianas y Heterosexuales (GLSEN, por sus siglas en ingles), organismo que aboga por la educación inclusiva en Estados Unidos, siete estados han aprobado leyes para modificar los estándares curriculares de algunos cursos e incluir la representación de las comunidades LGBTQI+. Dichos estados son Colorado, Connecticut, Illinois, Nueva Jersey, California, Nevada y Oregón. Los tres últimos han incluido también a indígenas, afroamericanos y “personas de color”, así como a individuos con discapacidades para, de esa manera, pienso yo, “blindar” esa ley y hacerla socialmente atractiva. ¿Cómo decirle NO a una ley que favorece a ciegos, afroamericanos e indígenas?
Por otro lado, el Consejo de Información y Educación Sexual de los Estados Unidos (SEICUS), una ONG promotora del conocimiento de la sexualidad informó que dos estados, así como el Distrito de Columbia (la capital federal), disponen por ley que la educación sexual que se imparta de ahora en adelante también incluya información sobre derechos LGTB+: Estos estados son Rhode Island y Washington.
Cualquiera que sea su futuro desarrollo, el tema quedará para ser resuelto por la generación Y o Millennials, generación narcisista que cuelga sus fotos en Facebook, está encantada consigo misma y no pretende subir a una cima para contemplar el paisaje, sino simplemente para que la vean.
Coletilla: No todo en la vida es de un color o de otro. Miren sino el arco iris
Gabriel Taborda R eminen51@yahoo.com