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HIKIKOMORI
Se pensará que la palabra que escogí como título para el presente escrito puede ser el apellido de algún político peruano o japonés. O, tal vez, el nombre de una especie de árbol enano, propio para ser cultivado como bonsái, pero ninguna de las anteriores aproximaciones resultaría correcta.
Hikikomori es el nombre de una nueva enfermedad mental descubierta en el Japón que está atacando, con predilección, a jóvenes en edad escolar. Quienes la están padeciendo son muchachos entre los 13 y 17 años edad y su característica principal es el aislamiento social, el enclaustramiento voluntario y silencioso que con el tiempo los lleva a ser verdaderos extraños en su propio hogar; salen de su cuarto para ir al refrigerador, comer cualquier cosa que encuentren y luego encerrarse de nuevo para engancharse a la pantalla de su móvil durante horas, sin dormir ni hablar con nadie. No tienen relaciones familiares y los períodos de reclusión varían entre seis meses y un año.
Como estos, dicen los siquiatras, pueden existir más de tres millones de muchachos en Japón y en menor proporción en Corea del Sur y China. Hikikomori significa en español “apartarse”, “recluirse”. Se refiere a una persona que se auto secuestra por más de seis meses, pierde el interés por sí misma, difícilmente se baña y casi nunca sale a la calle.
Aunque existen casos registrados en mujeres, el 80 por ciento de los enfermos son hombres, muchos de ellos entre las edades ya mencionadas aunque también han empezado a documentarse casos entre hombres de más de 20.
El problema, que solo hasta ahora ha sido reconocido como un fenómeno social tan dañino y peligroso como la anorexia, tiene a las autoridades en alerta. A medida que el problema crece en Japón, así mismo surgen innumerables grupos de apoyo y programas en línea cuyo objetivo es el de convencer a la víctima de que salga de su reclusión.
Las causas del mal no parecen muy claras. Mientras un grupo culpa a las madres que, al fin y al cabo, son las responsables por la crianza de los hijos en esa sociedad, otros insisten en que todo es consecuencia de padres excesivamente cansados de trabajar, acoso emocional escolar, exagerada presión académica o demasiado tiempo frente a su teléfono móvil y soledad.
Una combinación potencialmente peligrosa para mentes en pleno proceso de formación y que parece estar presente en todos los hogares modernos, sin distingo de país ni cultura. En los EEUU este fenómeno ya tiene presencia en muchos hogares de los estratos medio y medio alto y ni qué decir de sus manifestaciones en otros países de Asia, como Corea y Filipinas.
Algunos antropólogos han llegado a la conclusión de que el papel social asignado al hombre ha tenido responsabilidad determinante en el fenómeno. Argumentan que los chicos comienzan a sentir la presión a inicios de la secundaria y que es justamente en esa etapa en que los muchachos comienzan a aceptarse a sí mismos y se forjan actitudes que conducen al éxito.
Muchos de estos “hikikomori” han decidido su fracaso mucho antes de haber terminado su secundaria. Ellos mismos han matado sus propios sueños. Se han quedado atrapados en una inercia que les impide abandonar su casa y terminan por sufrir depresión y comportamientos obsesivos y compulsivos como consecuencia lógica de meses de encierro voluntario.
¿Soluciones? Muchas, pero la más efectiva sería no permitir que el mal aparezca, ni por equivocación, en nuestros hogares. ¿Cómo? Hablando e interactuando con nuestros hijos: haciendo, por ejemplo, que la hora de la cena sea un momento de alegre y diario encuentro de familia. Motivando a nuestros hijos a que lean más y vean menos TV. Compartiendo actividades y sobre todo, no presionando a nuestros muchachos para que sean los primeros en todo.
Tal vez parezcan consejos de anciano caduco pero estas conductas demostraron en el pasado ser una herramienta
efectiva para la integridad familiar. ¿Por qué no podrían serlo en la actualidad?
Coletilla: Para todos los lectores y anunciantes, mis mejores deseos de que la paz y las bienaventuranzas estén presentes en sus hogares en estas festividades. ¡Feliz Navidad!
Gabriel Taborda R.
eminen51@yahoo.com















