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Hoy, en el 24.º aniversario de aquel terrible día en que Estados Unidos, en la era moderna, sufrió por primera vez un ataque basado en sus relaciones con el exterior, y al mismo tiempo lamentando el asesinato sin sentido ayer del líder conservador Charley Kirk, no hay mejor día para plantear un problema que debe abordarse de inmediato si queremos evitar una guerra civil y vernos envueltos en guerras en territorio extranjero. No se trata de embellecer nuestro pasado, sino de abordar los fracasos del presente. Recientemente, leí una carta en el New York Times de Brad Carty, de Wexford, Pensilvania, donde el autor escribió: «Se habría considerado extremadamente antiestadounidense cuando se creó Disney World permitir que la gente se colara. Ahora parece lo más estadounidense que alguien podría hacer». Esta simple declaración, aparentemente jovial, ha grabado en ella la esencia del problema que enfrentamos hoy en Estados Unidos.
Éramos una nación de ideales nobles. Una nación de personas que se enorgullecían de obedecer la ley; una nación donde la virtud personal se valoraba, no se burlaba de ella; una nación donde se esperaba que la gente trabajara bien y recibiera un salario digno por su esfuerzo. La mentalidad de esa nación creó una enorme clase media que era la envidia del mundo. Pero la mentalidad de la nación comenzó a cambiar cuando muchos aceptaron que la gente podía usar cualquier truco disponible para alcanzar mayor riqueza, estatus social y poder. Muchos atribuyen este cambio a Ayn Rand, filósofa y novelista, a menudo considerada una figura clave del pensamiento conservador y libertario. La Sra. Rand introdujo el objetivismo, una filosofía que se centra en el individualismo y apoya el capitalismo con mínima intervención gubernamental, también conocido como capitalismo de laissez-faire.
El desenfreno del comportamiento egoísta ha llevado a la nación a un camino donde las diferencias de clase se han aceptado y acentuado, y la otrora enorme clase media se ha ido reduciendo junto con los valores que la crearon. Como vemos ahora en EE. UU., hay unos pocos cientos de personas adineradas que poseen más riqueza que al menos 200 millones de estadounidenses. Para lograr esta transición, quienes poseen una mente egoísta tuvieron que derogar leyes, normas y regulaciones que les permitieran lograr esta transformación de la sociedad estadounidense. Pero el pueblo estadounidense está sintiendo cada vez más el impacto de esta tendencia de pensamiento y se está rebelando. Por ejemplo, aunque la afiliación a los sindicatos ha disminuido, el deseo de los trabajadores de afiliarse sigue aumentando. Según un estudio del Instituto de Política Económica publicado el 23 de enero de 2024, más de 60 millones de trabajadores querían afiliarse a un sindicato, pero no pudieron hacerlo.
La mentalidad «egoísta» no busca ayudar a las personas a alcanzar un mejor nivel de vida; al contrario, está diseñada para asegurar el aumento de las ganancias de los ricos a expensas de los trabajadores. Millones de personas han salido a las calles estos últimos meses para protestar contra las acciones arbitrarias del presidente Trump, que afectan la calidad de vida del pueblo estadounidense y la conciencia de justicia social de gran parte de nuestros ciudadanos. La persecución de los inmigrantes es un intento de crear un clima de miedo en la nación que servirá de ejemplo de cómo serán tratadas las personas si se atreven a rebelarse contra los deseos de los «Egoístas al Mando» (EIC).
El otro componente de esta avalancha de fechorías es cómo estos mismos EIC se relacionan con el mundo exterior. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, éramos la única figura política en la ciudad y nuestros EIC utilizaron esa posición para maximizar sus ganancias. En pocos años, los empleos comenzaron a desaparecer en busca de oportunidades más baratas y la evasión de las regulaciones que protegían a los trabajadores. Según la revista Forbes (15/10/24), desde 2001, la globalización ha provocado la pérdida de 3,82 millones de empleos estadounidenses a manos de China, principalmente en el sector manufacturero, mientras que India ha absorbido una gran cantidad de empleos administrativos. Esta fuga de empleos ha tenido un efecto devastador en la destrucción de la clase media estadounidense.
Mientras tanto, como se mencionó anteriormente, Estados Unidos reinó supremacía mundial con 850 bases militares en todo el mundo, imponiendo su voluntad durante la mayor parte de este tiempo. Sin embargo, el fin de esta supremacía está llegando a su fin y la Comisión de Inteligencia de la India (EIC) se ha asegurado de contar con el liderazgo adecuado para luchar y mantener su supremacía mundial. Ahora, con la transformación del Departamento de Defensa en el Departamento de Guerra, los propósitos de la EIC son cada vez más claros: tomarán la ofensiva para mantener la hegemonía estadounidense en todo el mundo y trabajarán junto con «nuestros» principales aliados, Israel, y las fuerzas de derecha de corte nazi en Europa y el resto del mundo. Y siguiendo el modelo de Israel, aceptaremos un ataque débil para poder lanzar en respuesta un ataque devastador que asegure una guerra continua.
Por Lorenzo Cañizares 11/9/2 l.canizares@aol.com
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