La extradición del expresidente peruano Alejandro Toledo desde los Estados Unidos a su país natal está revestida de una gruesa capa de simbolismo, muy conveniente para el régimen que finalmente han logrado imponer las élites políticas y económicas en el Perú desde el Congreso de la República.
Cualquiera pensará que este país tiene una democracia efectiva, pulcra y eficiente, que hace cumplir la ley por encima de cualquier ventaja que puedan otorgar títulos, apellidos o cargos, pero la verdad es muy otra y habría que analizarla a partir de 1980, época para la cual el grupo terrorista Sendero Luminoso puso en jaque la institucionalidad del país.
Coincide este periodo con un momento en que el país se halla inmerso en una honda crisis económica ocasionada por el descontrol del gasto público y la mala gestión (y la corrupción) en las políticas económicas de los distintos gobiernos, especialmente el de Alan García quien dejó al país, tras su presidencia, con una monstruosa hiperinflación del 7.649%.
Sobreviene, entonces, el gobierno ― ¿dictadura? ― de Alberto Fujimori quien durante diez años controla con puño de hierro al país, logrando el desmantelamiento del grupo terrorista y la detención de su máximo líder Abimael Guzmán. Es durante ese decenio cuando se inicia el modelo económico de libre mercado ―aún vigente― que permite a las oligarquías económicas criollas “emparentarse” con la política y ordenar, desde sus particulares intereses, quien va o no a la presidencia y quien permanece o no en ella.
Tres años después le… Sigue leyendo