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Por: Gabriel E. Taborda eminen51@yahoo.com

Qué puede estar ocurriendo en un país que durante los últimos cuatro (4) años ha tenido seis (6) presidentes diferentes, es una pregunta que debemos hacernos a la hora de calificar la Democracia como “el menos malo de los sistemas políticos”, según dijera Churchill. ¿Puede llamarse democrático un país al que el Congreso le ha destituido y encarcelado cinco (5) presidentes en cuatro (4) años?

Esta realidad ―que más parece ficción―, es la que está viviendo el pueblo peruano desde hace algún tiempo sin que haya respuestas ni de la comunidad internacional ni de sus organismos multilaterales. Para ellos, una democracia enferma ―como la peruana― no deja de ser una anécdota más en el teatro que representan los Estados Fallidos de todo el mundo.

Y menciono a los organismos internacionales para referirme a la OEA o la ONU, instituciones que según su carta constitutiva fueron creadas, justamente, para promover y servir de apoyo a las democracias de los países que las conforman. En lo que toca a la región panamericana, sería la OEA la encargada de conocer lo que ocurre en la malograda democracia peruana y plantear soluciones urgentes para resolver esta crisis, aunque creo que eso ya es mucho pedir.

Bajo la negligente dirección del uruguayo Luis Almagro, la OEA es un nido de burócratas indolentes y despreocupados de las realidades panamericanas. Baste con leer su declaración de principios para saber lo lejos que se encuentra este organismo ―y su secretario general― del cumplimiento de sus mandatos:

“La Organización de los Estados Americanos (OEA)… creada como foro político para la toma de decisiones, el diálogo multilateral y la integración de América. …trabajará para fortalecer la paz, la seguridad y la consolidación de la democracia, promoverá los derechos humanos, etc.”.

Concedamos que algunas veces la democracia no es suficiente para garantizarles a sus ciudadanos la seguridad y tranquilidad tan deseada y que es, al fin de cuentas, la esencia del Contrato Social firmado entre la sociedad y el Estado. Tendríamos, entonces, que la tan cacareada democracia no sería más que un sistema de elección que los fulanos de siempre utilizan para acceder a los puestos públicos, incluidos el presidente de la República y el Congreso, pero que no los obliga a cumplir, tanto con su contrato con la sociedad, como con la constitución política vigente.

Pedro Castillo, el último presidente peruano en caer, no es más que el número equivocado en el que cayó la Lotto electoral del Perú. Merced a su torpeza infinita, pero sobre todo a su total ignorancia de los

asuntos públicos y la forma como se conduce un país, fue marcado con la equis fatal que lo hacía sujeto de todo tipo de persecuciones políticas por parte de la camarilla congresional que tiene secuestrado al país desde hace varios años, misma que terminó por destituirlo. Igual suerte habían corrido antes Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti, nombres tan desconocidos, que ni siquiera tenemos memoria de haberlos escuchado o leído como candidatos presidenciales.

Es evidente que el proceso democrático en Perú está roto y durante años políticos de todo el espectro ideológico han socavado su legalidad. La derecha cuando impugnó los resultados electorales en 2021 y la izquierda cuando Pedro Castillo intento cerrar el Congreso en 2022, creando la deriva autoritaria desde que asumió la vicepresidenta Dina Boluarte. Su gobierno es una continuación de la tendencia autoritaria propia de los regímenes de facto y ha socavado gravemente el estado de derecho, la democracia y su relación con la sociedad.

Hace pocos días, en su informe semestral, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, (CIDH) refiriéndose a la situación en el Perú, afirmó que durante el mandato de Dina Boluarte han muerto 96 personas y al menos 912 han resultado heridas…y nada más. Excepto que deberían ser convocadas elecciones anticipadas para cesar con la interinidad de la Boluarte.

Personalmente, no creo que con solo adelantar elecciones se resuelva esta crisis. Creo que el problema es más profundo. Se necesita resolver el conflicto de una sociedad fundada sobre bases coloniales, donde las personas de ascendencia indígena y de enorme precariedad van a las urnas para elegir a un gobierno que los represente, confiando en un sistema llamado Democracia que, lamentablemente, ya no funciona.

Coletilla: Un pueblo de borregos acaba engendrando un gobierno de lobos

Gabriel E. Taborda                                                                                                                                                                                            eminen51@yahoo.com

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