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Por: Gabriel Taborda                                                                                                                                                               eminen51@yahoo.com

Ya son tres los artículos escritos en el presente año mencionando a la pobre Europa, no en su expresión política y territorial, sino en la que se refiere a la ciudadanía de los Estados que la conforman, la llamada union europea, tan diversa en costumbres y lenguas, como semejante en reveses e historia.

Y no me refiero a ella en tono despectivo ― ¡faltaría más! ―, sino de manera compasiva ―la palabra más apropiada sería solidaria―, ya que sus ciudadanos tienen que lidiar con esos políticos de Bruselas, sede del Parlamento Europeo, que de manera abusiva han tomado decisiones que para nada contribuyen al bienestar de sus habitantes.

El desastre más reciente, si de desastres queremos hablar, es la insistencia de Bruselas por mantener activa la sangrienta e injusta guerra en Ucrania, país que, por más señas, no pertenece a la union europea ―nunca ha pertenecido―, ni tiene como gobernantes a “Almas de la Caridad”, todo lo contrario.

Según el Índice de Percepción de la Corrupción, una publicación de la organización no gubernamental Transparencia Internacional que mide, desde las naciones menos hasta las más corruptas en el mundo, Ucrania ocupó el puesto 122 entre 180, lo que la pone en primer lugar, como el país más corrupto en toda Europa y uno de los peores del mundo.

Hacía allí, hacia ese fétido lugar, es que han ido a parar miles de millones de euros provenientes de los impuestos de los ciudadanos europeos para financiar una guerra que, como ya dijimos, nada tiene que ver con ellos.

Pero si averiguáramos los verdaderos motivos que mueven a los políticos europeos para mantener viva esta guerra, concluiríamos que no es la seguridad de la región, a la que tanto aluden, sino la corrupción ucraniana que ha hecho metástasis en los miembros de la Comisión Europea, con la inefable Úrsula von del Leyen a la cabeza.

En el afán por mantener sus bolsillos repletos de euros provenientes del trabajo y los impuestos de los ciudadanos europeos, mantienen, contra viento y marea, una sangrienta guerra que ha demolido las estructuras económicas de sus países y devastado la infraestructura del más corrupto de Europa, todo a costa de la vida de los jóvenes ucranianos y de algunos otros europeos que se tragaron el cuento de la “guerra justa”. Como bien lo ha venido repitiendo el presidente Trump, esta guerra nunca debió haber comenzado.

Ahora, con los rusos demoliendo los frentes de guerra ucranianos y con sus economías al borde del colapso, han venido cínicamente hasta

Washington a rogar, no por una solución de este conflicto, sino por un “Alto al Fuego”, mecanismo que les permitiría el rearme de los frentes de guerra ucranianos derrotados y un retorno a las hostilidades de su “Guerra Proxy” o “Guerra por Poderes”, calificativos que tanto el secretario de estado norteamericano como los más avisados geo estrategas del mundo han dado en llamar a este infame conflicto. Y todo para satisfacer la ambición de los descarados de Bruselas y poder seguir vendiendo armamento americano a los ucranianos; ¡Es que su descaro no conoce límites!

Pues bien, la fotografía para la cual posaron el lunes pasado en la Casa Blanca, después de su entrevista con el presidente Trump, lo dice todo: es la imagen de unos personajes patéticos, con cara de funeral y escasos de sonrisas, esas mismas que exhibían Zelenski, Macron y Von der Leyen cada vez que venían al país a rellenar sus bolsillos de dólares de los contribuyentes americanos durante la administración Biden.

Ahora las cosas han cambiado. En vez de dólares se han llevado una buena reprimenda y la decisión del presidente Trump de acabar esta repugnante guerra y poner fin al negocio de Van der Leyen y su patética banda. Ni un solo dólar más de regalo para esta causa, lo que desde un principio ha debido ser.

Ya quedará tiempo para analizar los pormenores de este sangriento conflicto, (el más mortífero después de la Segunda Guerra Mundial), así como también sus orígenes y consecuencias. Lo que sí debemos saber es que, una vez finalice, Europa ―y el mundo―, no volverán a ser lo mismo que antes.

Europa merece un trato diferente, lejos de estos políticos que hoy tan deslealmente la representan: los Macron, las Meloni, los Merz y fatídicamente los Starmer, del Reino Unido, país que hace tiempo dejó de ser miembro de la union europea, (por decisión propia ―remember el Brexit―), pero que sigue metido en el rentable “negocio de la guerra”.

Coletilla: Sí, soy pesimista, pero no tengo la culpa de que la realidad sea la que es.

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