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La pregunta parece incomprensible ―o, al menos, curiosa―: ¿qué puede querer la grandiosa, la esplendorosa Europa, la regia cuna del pensamiento occidental que introdujo el germen de la tradición política, científica y cultural a las jóvenes naciones americanas?

¿Qué puede querer la traviesa, la inestable Europa, la beligerante región mil veces destruida y mil veces “remendada” por causa de conflictos iniciados por viciosos emperadores y ociosos reyezuelos, hartos de no hacer nada y tenerlo todo?

La pregunta, como digo al principio, puede lucir incomprensible o al menos engañosa, dado que cuando se menciona a Europa, se piensa en un conjunto de países ―también llamados El Viejo Mundo―, cada uno con fronteras bien definidas, idiomas propios y aspiraciones diferentes. Pero resulta que, en la práctica, la realidad no es así.

La Europa actual, la que todos creemos conocer, la que surgió después del cataclismo de la primera y segunda guerras mundiales, originadas por la arrogancia y la estupidez de las monarquías de la época, es otra.

Es más; ahora ni siquiera se llama así. Su nuevo nombre es Union Europea y sus gobiernos, que antes eran soberanos y autónomos, son ahora títeres ―esclavos― de una Comisión con sede en Bruselas, en donde personajes ―y “personajes” sin vergüenza ni escrúpulos, dan rienda suelta a sus intereses personales en detrimento del de los ciudadanos de los países miembros que, por cierto, no son quienes los eligen. Para describir la arquitectura de esta torpe alianza, surgida como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se necesitarían varios libros y mucho tiempo.

Sus pasos iniciales consistieron en impulsar la cooperación económica de los países miembros ya que —según la versión oficial— «el comercio produce una interdependencia entre los países que reduce las posibilidades de conflicto» En esencia ―todo hay que decirlo―, estaba bien orientada. Pero resulta que… paralelo a esta organización, de fines tan loables, se creó también otra conocida como la Organización del Tradel Atlántico Norte (OTAN), el que con el tiempo se ha convertido ―por así decirlo―, en el brazo armado de la Unión.

Conocida ahora la metamorfosis de lo que antes fue Europa y ahora la respetable organización de la que estoy dando cuenta, vale la pena replantearse la pregunta: ¿Qué quiere la Union Europea?

Los lectores podrán imaginarse fácilmente el porqué de esta pregunta que, sin duda, tiene que ver con el conflicto que se libra en estos

momentos al margen de sus fronteras y que, por ahora, no involucra a ninguno de sus miembros, pero que, sin embargo, ha movilizado a toda la alianza para defender a un vecino que no hace parte de ella. Pero esto no está contemplado en sus estatutos.

Viene ahora el papel de la nefasta Comisión, aquella que ningún ciudadano europeo ―o de la Union Europea―, ha elegido: ¿Qué quiere? ¿Cuáles son sus objetivos?

Me dirán que preservar la paz en Europa ―o la Union Europea, como se quiera―, y para “frenar” el avance del país agresor, aquel del que todos conocemos su nombre pero que no ha ofendido a ningún miembro de la Union.

Bruselas y la flamante presidenta de la Comisión, ―la soberbia Úrsula―, no ha cesado de impulsar medidas, no para resolver este conflicto (del que ya todos sabemos su origen) sino para inflamarlo aún más, como si del arrogante Kaiser Guillermo II se tratara.

Y cada medida que impulsa para, aparentemente ayudar a la solución de este conflicto fuera de sus fronteras, le cuesta miles de millones de euros a cada ciudadano europeo y es para enviar armas al corazón del conflicto, lo que ayuda a agravarlo aún más. Mientras tanto, los ciudadanos europeos atraviesan serias dificultades económicas y se les recortan, cada día más, sus beneficios laborales.

Cuando se observa el comportamiento de esta señora y la de los miembros de su flamante gabinete, observamos que actúan más como vendedores de armas ―con sus astronómicas comisiones incluidas― que como delegados de los ciudadanos de los países que buscan la paz cerca de sus fronteras. Entonces va tomando forma una respuesta a mi pregunta inicial. ¿No será que lo que quiere la Union Europea y sus delegados es una extensión de este conflicto a todas las fronteras de la Union y encender una Tercera Guerra Mundial?

Pero no, esto no me suena muy sensato: sería, de nuevo, la destrucción de Europa y tal vez de buena parte del resto del mundo. ¿Y cuánto costaría la reconstrucción? ¿Y quiénes la harían?… ¿Y cuál sería la “comisión”?

Coletilla: En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. (Guillermo de Ockham).

Por: Gabriel Taborda                                                                                                                                                                      eminen51@yahoo.com

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