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En tres semanas ―martes 5 de noviembre―, si todo marcha bien, sabremos quién llevará las riendas de este país durante los próximos 48 meses. Pero cosas pueden ocurrir.

La contienda presidencial entre la señora Harris, primera mujer de origen afrodescendiente en aspirar a tal cargo y el ya fogueado en mil batallas Donald Trump, tiene los ingredientes perfectos para atascar e incluso oscurecer ―siendo realistas y hasta poco fatalistas―, los resultados definitivos de esta reñida elección.

Conociendo el carácter ―y los antecedentes― del republicano, nada de raro tendría que le resultara extremadamente difícil reconocer una derrota ―si así sucediera― por cuenta de su contrincante. Ya ha dado opiniones que descalifican los orígenes étnicos de la señora Harris y de lo que representaría un gobierno bajo su mandato, lo cual, desde todo punto de vista resulta ―dicho suavemente―, preocupante.

Por el lado Demócrata los pronósticos no son mejores. La falta de objetividad de algunos medios de comunicación, ―algunos de ellos, los más grandes del país― que sin ambigüedades adhieren a la candidatura de la señora Harris, exhiben falta de moderación y equilibrio en sus informaciones. Esto es nefasto cuando esa información llega a mentes agitadas por el fanatismo. Ya tenemos dos ― ¿acaso tres?― ejemplos de ello.

Recordemos que la Constitución permite a cada candidato exigir un recuento de votos si la diferencia es mínima y esto puede ocurrir con estos dos candidatos sin mayoría concluyente.

Hace escasos 48 meses, durante la pasada campaña Biden-Trump los resultados fueron impugnados por ambos candidatos ocasionando un dañino y peligroso retraso para conocer el ganador que, obviamente, resultó ser Biden.

Pero no ha sido la única vez; recordemos lo sucedido en 2000 cuando el máximo tribunal detuvo un recuento en Florida y falló a favor del republicano George W. Bush, quien finalmente se convirtió en presidente. Y cosas así suceden en la cara del elector ―que somos todos los ciudadanos―, sin que se haya alterado nuestra confianza en esta “maravillosa” democracia.

Porque si algo tiene el sistema electoral norteamericano son reglas, algunas de ellas tan sorprendentes como la que da vida al todopoderoso Colegio Electoral, lugar donde realmente se elige al presidente de la nación sin perjuicio de la opinión ciudadana.

Esto da como resultado una elección como la que ocurrió ―!qué casualidad!― cuando Hilary Clinton perdió contra Donald Trump en 2016 no obstante haber conseguido más de 2.6 millones de votos sobre aquel. Cosas de esta “maravillosa Democracia”.  

Esto parecerá muy raro a personas que viven en Democracias de otras latitudes. Estados Unidos es el único país del mundo que tiene un sistema en el que los ciudadanos “escogemos”, no al presidente de la República, sino a un grupo de “compromisarios” que lo elegirán “en nuestro nombre”.

Un candidato presidencial debe obtener una mayoría de 538 votos colegiados para ganar. Ahora, la pregunta del millón: ¿Quien elige al Colegio Electoral? Buena pregunta, como me decía siempre un antiguo profesor que nunca tenía respuestas a mis inquietudes.

El Colegio Electoral no es elegido; es “escogido”.  ¿Por quién? Pues ¡vaya pregunta!, por algunos directivos de los partidos políticos, los mandamases, como diría yo; los que conforman el Comité Central del Partido, así con todas las letras. Y escogen, por lo general, de entre los funcionarios más leales al partido, electores con buena tradición en el mismo, en pocas palabras, a los que los mandamases de cada partido seleccionen por su lealtad canina. Y son estos quienes, con un mecanismo muy bien engrasado, los que escogen al presidente de la nación.

Ha habido casos bochornosos en los cuales un delegado de cierto partido se ha pasado al contrario para votar por el candidato que necesitaba ese voto para ganar: se le conoce como “filibusterismo” y el término está bien adaptado al lenguaje anglosajón.

Pienso que la presente elección supondrá una prueba de estrés a los mecanismos democráticos de esta nación y si todo marcha bien, la próxima vez que lea esta columna sabremos el nombre de la persona que estará gobernándonos durante los siguientes 48 meses.

Si todo marcha bien.

Coletilla: ¡Oh Democracia, ¡cuántas equivocaciones se cometen en tu nombre!

Gabriel Taborda                                                                                                                                                                               eminen51@yahoo.com

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