El disparo que hirió a Trump, mató a Biden. Así de sencillo. Después de sostener durante semanas que no renunciaría a su candidatura presidencial ―no obstante su desastrosa presentación en el debate de Atlanta, donde se enfrentó a Donald Trump―, la bala que el 17 de julio hirió a su contrincante, resultó matándolo a él.
Fueron necesarios 24 agónicos días, desde su desastre en el debate presidencial y una bala disparada en contra de su adversario político, para que finalmente se rindiera a la evidencia. El domingo 21 de julio, ―en horas del mediodía―, publicó un mensaje sorpresa en la red social X en el que anuncia que, a sus 81 años, renuncia en su empeño de presentarse a la reelección presidencial en el mes de noviembre. Con esa decisión deja a su partido (Demócrata) sin un candidato claro a escasos 4 meses de la elección, mientras los republicanos abrazan enardecidos a su candidato, erigiéndolo como una figura mesiánica.
El texto de tan importante mensaje es lo más de impersonal ― inocente y ambiguo―, como si se tratara de una excusa para no asistir a una reunión de amigos de póker. “Mi intención era la de buscar la reelección, pero creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir con mis deberes en el cargo durante el resto de mi mandato “.
Así escribe su renuncia ―con una liviandad candorosa ―, olvidando que ésta decisión debió haberla tomado hace mucho tiempo para no dejar a su partido sumergido en esta crisis de institucionalidad que muy probablemente le costará la presidencia.
«En los últimos tres años y medio hemos hecho grandes progresos como nación”, dice en el segundo párrafo del texto, antes de pasar a defender su legado en la Casa Blanca, a la que llegó tras cuatro años de gobierno de Trump y que abandona sacado a sombrerazos por su partido, por sus donantes, pero sobre todo por una opinión pública que lo ve, desde hace tiempo, como una persona incapaz de seguir llevando las riendas de la primera potencia mundial.
Ni su mala salud actual ni su terca obstinación para dar el paso al costado cuando era obligatorio hacerlo, desmerecen el inventario de aciertos durante su mandato: la economía estadounidense sigue siendo la más fuerte del mundo; bajo su mandato se bajaron los precios de los medicamentos y se aumentaron las prestaciones sanitarias; sacó adelante la primera ley para el control de armas en treinta años y el Tribunal Supremo escogió a la primera afroamericana de su historia, aunque lo más seguro es que nada de lo anterior hará que lo recuerden como un buen presidente.
Es más, su tardío anuncio de declinar su candidatura ha hecho que voces muy elevadas, dentro de la oposición, hayan comenzado a pedir definitivamente su cabeza bajo la premisa mendaz de que, si no tiene aptitudes para ser candidato tampoco las tiene para dirigir los designios del país, lo que hará estos cuatro meses que le restan en la Casa Blanca francamente insoportables.
Sin contar con el daño que le ha hecho a quien tome su relevo en la contienda electoral, que muy probablemente será la vicepresidenta Kamala Harris, hasta hace muy poco menospreciada por él mismo. Ahora, ante el vórtice de malos presagios, no le ha quedado otra opción que apoyar su candidatura, aunque solamente para salvaguardar la institucionalidad del país.
De todos es conocida la oscuridad a la que Biden la relegó durante estos tres años y medio de mandato y lo poco que la tuvo en cuenta, cuando de contar sus aciertos se trataba. Ahora, emergiendo del sótano de donde estaba relegada, esta mujer no la tendrá fácil a la hora de imponerse, primero, a la jauría de aspirantes de su propio partido que desearán tomar su lugar como candidata, como tampoco para hacerle frente y ganarle a un curtido Donald Trump, con mucha más experiencia y además especialista en desacreditar la idoneidad de las mujeres.
Too late, Mr. Biden (Muy tarde Sr. Biden). Costará trabajo aceptarlo pero el daño que le ha ocasionado a su partido, ya está hecho.
Coletilla: Se supone que la democracia te da opciones, como escoger entre el analgésico X y el analgésico Y. Pero los dos son sólo aspirina.