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Soy un entusiasta seguidor del compositor alemán Richard Wagner. Mi seducción por su obra y su vida me llegó de forma tardía cuando cayó en mis manos su monumental biografía escrita por Martín Gregor-Dellin. Después de leer sus más de 900 páginas no ha quedado disco, libro, folleto, página Web o cualquiera otra publicación que lleve su nombre y que no haya buscado, escuchado o leído, cual adolecente fanático de algún deportista famoso.

Wagner es también el nombre escogido por Yevgeny Prigozhin ―un oscuro oligarca ruso― para bautizar a su grupo de mercenarios paramilitares que el fin de semana pasado protagonizaron un extraño incidente ―uno más― en el frente de guerra entre Rusia-Ucrania.

A la mayoría de los norteamericanos poco parece importarle lo que está ocurriendo en ese frente de guerra y la información que se emite, escasa y sesgada, contribuye muy poco a su conocimiento. Se piensa en Europa como si estuviera muy lejos y mucho más Rusia y Ucrania, los dos contendores de este conflicto.

Lo cierto es que debiera importarnos a todos ya que en ese punto ―aparentemente distante―, se está disputando lo que podría ser el Nuevo Orden Mundial, el reordenamiento de los poderes financieros y económicos de Europa, la conformación de una nueva alianza militar entre occidente y la seguridad y la estabilidad global, tanto geográfica como estratégica. En ese punto ―aparentemente tan lejano―, convergen hoy día los intereses de las potencias nucleares ―todas― a la espera de alguna conclusión, para tomar sus puestos en ese Nuevo Orden Mundial.

Las ínfulas imperiales de Putin, los malos consejos de sus asesores militares y la mala información de sus servicios de inteligencia a la hora de tomar la nefasta decisión de invadir a Ucrania, unidos a la lentitud y laxitud de los gobiernos europeos para gestionar adecuadamente el inevitable choque que traería consigo la solicitud de Ucrania para unirse a la OTAN, han logrado crear todo este desastre que puede desembocar en un apocalipsis nuclear.

En medio de todo lo malo que significa una guerra en este lugar, hay un ingrediente que le pone más hierro al asunto: la contratación de grupos de mercenarios paramilitares por parte de ambos bandos para que les hagan el trabajo sucio, es decir, para que siembren el terror en los frentes de batalla. Esto le ha dado ese cruel perfil a esta contienda, degradándola a extremos indecibles e irrespetando códigos internacionales y de paso la vida y bienes de la población civil. Como legionarios a sueldo, su principal interés es el de ocasionar el mayor

número de bajas entre el ejército enemigo y los mayores daños a las instalaciones civiles. De allí obtienen su paga.

De la parte ucraniana está la Brigada de Asalto Azov, milicia paramilitar “voluntaria” comandada por Andriy Biletsky y organizada para luchar contra las fuerzas prorrusas del Dombás en 2014. Es una formación ultranacionalista, neofascista y de ideología neonazi formada por varios miles de voluntarios ucranianos y de otros países, entre los que se destacan los croatas. Por parte de Rusia, como ya lo dijimos, está el grupo “Wagner” del oligarca Yevgeny Prigozhin.

Pues bien, hace pocos días el presidente de Ucrania, Volodymir Zelenski, fue criticado por los malos resultados en la tan cacareada “Contraofensiva de Primavera” y se llegó a murmurar que los hombres que tenía en el frente (incluidos los paramilitares) no se encontraban a gusto bajo su dirección. Surgió entonces el rumor de que los paramilitares podrían estar planeando algún tipo de acción para sacarlo del camino y tomar las riendas del conflicto para manejarlo a su total antojo. Para ellos, (y para otros), esta guerra es solo cuestión de negocios.

Pero sorpresivamente vimos cómo el pasado fin de semana el cabecilla del Wagner, en un movimiento no del todo claro, hasta el momento, logró poner en jaque a su jefe Putin, (aunque solo por unas horas) desatando de paso rumores de un golpe militar y de guerra civil entre la población rusa. No podemos descartar otro movimiento similar en la parte ucraniana. Al fin y al cabo, cuando negocias con tahúres, no puedes exigir juego limpio.

Mientras escribo esta crónica, busco entre las obras de Richard Wagner una cuyo nombre describa mejor el drama que se vive en Ucrania en estos momentos: ¿El Oro del Rin, quizás? O El ocaso de los Dioses, mejor…

Coletilla: Todo poder es una conspiración permanente.

Gabriel Taborda                                                                                                                                                                                                                                                                                                    eminen51@yahoo.com

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