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Por Sulma Arias, directora ejecutiva de People’s Action y del People’s Action Institute, una
red de organizaciones comunitarias en 38 estados con más de un millón de miembros.
El otro día cuando salí de compras con una amiga, nos quejábamos de las subidas de
precios en los supermercados. Le pregunté si sabía cuánto ganan los ejecutivos de
esas mismas tiendas.
¿Sabes tú- le pregunté- que el ejecutivo de Kroger, Rodney McMullen, gana más de
19 millones de dólares al año? Y que Walmart paga más de $25 millones al año a su
jefe, Doug McMillon? ¿O que Jeff Bezos, el dueño de Whole Foods, gana $8 millones
cada hora?
Se quedó con la boca abierta. ¿Cómo es posible, me preguntó, que mientras nosotras
pagamos más, estos señores viven como reyes?
En los Estados Unidos, le dije, las grandes empresas y los ultras ricos pagan mucho
menos que nosotros en impuestos. En muchos casos, no pagan ni un centavo. Y para
echarle sal a la herida, ciertas empresas reciben miles de millones de dólares en
subsidios del gobierno.
Es decir que al mismo tiempo que nosotros pagamos nuestra parte cada mes en
impuestos, estos señores no sólo eviten contribuir al bien público, sino que nosotros
pagamos para su confort con nuestro trabajo.
Walmart, por ejemplo, recibió más de $4 mil millones en subsidios en los últimos 7
años. Los dos bancos más grandes del país, Bank of America y J.P. Morgan Chase,… Sigue leyendo
No es mucho lo que hoy se sabe ―lunes 16 de septiembre, 20 horas después de ocurrido―, sobre el nuevo intento de asesinato a Donald Trump. Y muy probablemente cuando usted, amable lector, lea este artículo, tampoco se sabrá más de lo que hasta ahora se sabe, como ha venido ocurriendo con el anterior intento de magnicidio ocurrido hace escasamente 63 días. Claro, ahora es diferente.
Y es diferente porque el presunto magnicida, Ryan Wesley Routh, un desadaptado de 58 años, trabajador de la construcción y originario de Hawái, fue capturado vivo y en uso de sus capacidades físicas y mentales. Thomas Matthew Crooks, el joven de 20 años que le había disparado a Trump en Butler, Pensilvania el pasado 13 de julio, no corrió con la misma suerte. Hoy hace parte de la lista de testigos o perpetradores de magnicidios asesinados convenientemente para silenciarlos definitivamente y de esa manera romper el hilo conductor con quién (o quiénes) les dieron la orden de disparar. Y claro, de esa forma todo queda en hipótesis.
Esta vez es diferente, decía, porque el sospechoso está vivo ―hasta este momento, no sea que mañana aparezca “auto-ahorcado” en su celda y de esa manera se lleve sus secretos hasta el más allá― y en disposición de contar, por lo menos su versión de lo ocurrido.
Que bien podría ser, no lo tomen en broma, que lo que ocurrió fue que él estaba jugando a los vaqueros con un vecino de enfrente… Sigue leyendo