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El título de la presente columna está asociado con el nombre de la célebre novela de Fiodor Dostoievski “Crimen y Castigo”, con la salvedad de que, en la novela, como ejemplo de lo que debiera ser la vida real, Raskólnikov, el estudiante asesino, es finalmente llevado a un tribunal, juzgado y condenado. Su crimen, en últimas, no queda impune.
Mirando a Mexico y a sus alto ―altísimos― índices de criminalidad, viene a la memoria un caso que pronto completará 11 años de inaceptable impunidad: el asesinato de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa ocurrida en octubre de 2014, un crimen hasta ahora impune y sin castigo.
Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes normalistas y trabajadores de la ciudad de Ayotzinapa se trasladaron a la pequeña población de Iguala para embarcarse en autobuses hacia Ciudad Mexico y participar allí en la celebración del 2 de octubre, fecha que recuerda la violencia oficial contra estudiantes ocurrida en 1968 en la capital mexicana.
Cuando los estudiantes llegaron a Iguala, los policías municipales abrieron fuego contra ellos y detuvieron a 43 que luego serían dados por desaparecidos. Esa misma noche las agresiones continuaron contra otros estudiantes y la población en general, no sólo por parte de agentes estatales sino también por la de civiles armados que, como luego se demostraría, eran miembros de la estructura criminal “Guerreros Unidos”, organización narcotraficante vinculada con las instancias estatales.
De los estudiantes nunca más se volvió a saber. Virtualmente se esfumaron. Sus restos jamás… Sigue leyendo
Caracas, 21 mar (Prensa Latina) El secuestro de 240 venezolanos en Estados Unidos y deportados de manera ilegal a El Salvador mantiene en vilo a igual número de familias, que hoy sufren las consecuencias y el dolor de la arbitrariedad.
José Medina vive en el sector La Vega, centro-oeste del Municipio Libertador, en Caracas, y es uno de los padres que tiene a su hijo joven en el Centro de Confinamiento del Terrorismo en tierras salvadoreñas.
“Me encuentro aquí en apoyo a los venezolanos que como padres estamos pasando lo mismo”, manifestó categórico a Prensa Latina en la Plaza Bolívar capitalina, donde cientos de compatriotas depositaban su firma en un libro en solidaridad con los connacionales presos.
Soy padre de Carlos José Medina que se encuentra en Estados Unidos hace dos años y el 14 de febrero fue a renovar el permiso y lo dejaron retenido “porque ellos dijeron que tenía tres tatuajes y se los mostrara, él los expuso -dos estrellas y una corona- y desde ese momento lo vincularon con el Tren de Aragua”, afirmó.
Con rostro compungido, el entrevistado aseguró que su hijo “no es delincuente, ni aquí, ni en ningún país” y refrendó que por donde pasó no ha tenido problemas con las leyes, “yo consigno la carta de no poseer antecedentes en Venezuela”, declaró.
Narró que el día que fue a renovar el permiso ante las autoridades migratorias estadounidenses su esposa lo acompañaba y “le colocaron un aparato en el pie, no puede salir de… Sigue leyendo