El título del presente artículo no es nada original. Pertenece al libro de mi maestro de historia contemporánea Eric Hobsbawm publicado originalmente en ingles bajo el título Essays on Globalization, Democracy and Terrorism (2006).
Hobsbawm, fallecido en octubre de 2012, acompañó por 95 años lo que él llamó “El Siglo XX Corto”, es decir, el período de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial y posteriormente la Guerra Fría que terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín. Fue considerado, durante sus últimos años de vida como el más grande historiador vivo y su obra la más accesible, renovadora y apasionante de la historia universal contemporánea.
Sus afirmaciones sobre las guerras que se desarrollaron durante “el Siglo XX largo” y comparadas con las que nos aquejan en la actualidad, ―apenas transcurrido el primer cuarto de siglo― nos dejan la seguridad de que el XXI será el siglo más sangriento de cuantos haya conocido la raza humana.
De la primera edición en español del libro, impresa en 2019 por Ediciones Culturales Paidós, S.A., extraigo la siguiente cita:
“El siglo XX ha sido el más sangriento en la historia conocida de la humanidad. La cifra total de muertos provocados directa o indirectamente por las guerras se eleva a unos 187 millones de personas, un número que equivale a más del 10 por 100 de la población mundial de 1913” (Pag. 24). Con esto lo que el autor quiere decir es que desde 1914, fecha de inicio de la primera guerra mundial, el mundo no ha conocido la paz.
El siglo XXI trae consigo conflictos armados que venían arrastrando desde el siglo pasado muerte y desolación. El más importante de todos, indudablemente, el de Colombia contra las FARC, el ELN y los paramilitares de la extrema derecha, el que continúa vigente sin que se vislumbre pronta solución. Sin lugar a dudas el más antiguo del mundo, las cifras de muertes pueden superar al millón entre combatientes directos y víctimas colaterales.
Pero también hay otros, poco conocidos, por cierto, de los que nunca sabremos su número total de víctimas ni tal vez siquiera cuando finalicen. Mencionaré solo un par de ellos, el conflicto armado en Somalia, activo desde 1987 y el del Alto Karabaj, desde 1988.
De los que el siglo XXI parió como propios se encuentra la famosa “Guerra contra el Terrorismo” declarada por Estados Unidos en 2001 y apoyada por la OTAN, para acabar sistemáticamente con los miembros de los denominados grupos terroristas considerados así por la
Organización de las Naciones Unidas. El número de “casualties” es obviamente indeterminado, hasta el momento.
Luego vendrían la Guerra de Afganistán, 2001, la de Darfur en Sudan, 2003, la Guerra de Irak, 2003, la del Líbano, 2006, el primer, (¿o segundo o tercero?) conflicto de la Franja de Gaza, 2008-2009 y así, contando sin contar muertos y más muertos, en este primer sangriento cuarto de siglo.
La guerra entre Rusia y Ucrania, en pleno desarrollo, tiene el potencial de elevar, hasta el infinito, la cifra de 187 millones de muertos de que hablara el profesor Hobsbawm durante las guerras del siglo XX. El reciente anuncio del Congreso de la aprobación del paquete de fondos de guerra para Ucrania, Taiwán e Israel mete un impulso nuevo al conflicto ucraniano y da incentivos a los otros dos para mostrar los dientes a sus adversarios, China e Irán.
Una escalada en tal sentido nos dejaría a un paso de la tan temida solución nuclear, solución que según algunos estuvo contemplada recientemente durante las mutuas agresiones entre Irán e Israel y que fue desechada oportunamente por descabellada. Destruidos los acuerdos sobre limitación de armas estratégicas, una acción de esa naturaleza ya solo es cuestión de tiempo.
Como Ciorán, soy un pesimista irredento y tengo poca fe en el futuro de la raza humana. No porque vayamos a desaparecer repentinamente, (lo cual es altamente probable y hasta deseable) sino porque el índice de maldad que hemos alcanzado ya no tiene cómo superarse. Hemos llegado a la cúspide. Hemos hecho de este mundo, el peor lugar donde vivir.
Coletilla: Para Albert Einstein la cuarta guerra será a palo y piedra.
Gabriel Taborda eminen51@yahoo.com