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La decisión del presidente Biden de prohibir permanentemente nuevas perforaciones de petróleo y gas en gran parte de las costas de nuestro país es un acto audaz y valiente que celebramos. Si realmente queremos detener nuestra crisis climática, debemos ir aún más lejos.
Esta medida protegerá más de 625 millones de acres nuevos de océano de las perforaciones en alta mar y ampliará la zona de prohibición de perforaciones a 200
millas de la costa este, gran parte de la costa del Pacífico y el este del Golfo de México. Sin embargo, los proyectos de perforación masivos que Biden y el Congreso ya habían aprobado en las zonas ricas en petróleo de Alaska y en la zona central del Golfo de México, continuarán.
Valoramos que el presidente Biden haya cumplido sus promesas de frenar la producción de energía sucia, especialmente en tierras y aguas federales y que haya puesto en tela de juicio a la industria de los combustibles fósiles. Por ello, agradecemos al presidente, así como a los valientes activistas climáticos y legisladores que le han exigido cuentas durante los últimos cuatro años. Todos los que viven a lo largo de las aguas costeras se beneficiarán de esta acción.
El presidente electo Trump ya ha anunciado sus intenciones de desmantelar las iniciativas de energía verde donde pueda. Si bien el lema de “drill, baby, drill” (¡perfora, perfora!) puede entusiasmar a los seguidores de MAGA, extraer más petróleo y gas del suelo no hace nada para reducir lo que pagamos… Sigue leyendo
El asunto tuvo los visos de ser una ingenua broma surgida en torno a la elegante cena servida por Donald Trump en Mar-a-Lago el pasado 29 de noviembre a la cual asistió el primer ministro de Canadá ―hoy dimitido―, Justin Trudeau y algunos de sus ministros.
Trudeau había llegado a los cuarteles de invierno del presidente electo para tratar asuntos relacionados con su decisión de imponer a Mexico y Canadá elevadísimos aranceles a partir de su primer día en la Casa Blanca. Específicamente hablaba del 25% de gravamen a todos los productos enviados a EE.UU. desde estos dos países. Esos aranceles punitivos, si se imponen, causarían estragos en las economías de sus dos socios comerciales más cercanos. Trudeau fue hasta allá a pedirle ―rogarle― que no lo hiciera.
En medio de las risotadas y bromas de mal gusto a las cuales nos tiene acostumbrado el presidente electo, se le ocurrió decirle a Trudeau que Canadá debería unirse a los EEUU y así pasar a ser el Estado número 51 de la Unión; a él se le garantizaría, al menos, ser su gobernador.
Trudeau, sin considerar que lo dicho por su anfitrión era una ofensa de gran tamaño, tanto para para él, cabeza visible de un país soberano, como para la dignidad de ese país al que estaba representando, dejó la broma/ofensa sin responder y regresó, sin disculpas y sin promesas, al Canadá. Sus compatriotas no lo podían creer ni las directivas de su partido, tampoco.
Esa y otras salidas en… Sigue leyendo